Mi experiencia como abogado civilista especializado en materia de herencias, me ha demostrado que la mayoría de los clientes que acuden a mi despacho para solucionar su problema, lo hacen después de muchos años de negociaciones infructuosas. No es raro que un cliente me comente que llevan cinco años intentando firmar una partición.
Lo cierto es que los familiares involucrados en la herencia son las personas menos indicadas para negociar la realización de la partición… Las causas de esta «inhabilidad», principalmente, son dos
1º La falta de conocimientos jurídicos:
Es frecuente que los particulares mezclen conceptos verdaderamente jurídicos -legítima, mejora, tercio libre etc- con consideraciones personales que, en nada, afectan a la partición. Así, determinados clientes consideran que les corresponde una porción superior a la de otros familiares interesados en la sucesión, porque los últimos años se han dedicado «en cuerpo y alma» a cuidar a su pariente enfermo.
2º El enfrentamiento personal entre los interesados en la sucesión:
En la mayoría de los casos, existe un verdadero enfrentamiento entre los interesados que hace «absolutamente imposible» llegar a un acuerdo. Los herederos están más centrados en perjudicar a su «familiar maldito» que en realizar una partición favorable en líneas generales a sus intereses aunque ello implique la renuncia a alguna de sus pretensiones.
La frase «del amor al odio no hay más que un paso» se hace especialmente palpable cuando se trata de partir una herencia.
No obstante, a pesar de este «bloqueo familiar», he apreciado, de forma reiterada, que los particulares se muestran muy reacios a acudir a un profesional especializado, que dé una solución rápida y enérgica a su problema.
Como abogado especializado en la materia, resulta obligado indagar cuales son las causas principales de esa reticencia. Por ello, durante varios años y después he haber conseguido resultados verdaderamente rápidos y satisfactorios, cuando mis clientes han acudido a mi despacho para felicitarme por mi actuación y liquidar los honorarios pendientes, les he preguntado de forma sistemática: ¿Porqué no habéis acudido antes a mi despacho? Confieso que las respuestas, generalmente precedidas de una sonrisa, han sido de lo más variopinto. No obstante, considero que son dos las causas principales que llevan a los particulares a «soportar estoicamente» esta situación de bloqueo, durante largos años, sin acudir a un profesional que proteja sus intereses.
1º Falta de confianza en los abogados: día a día me enfrento, cuando recibo clientes nuevos, a críticas dirigidas a otros compañeros de la profesión que no han actuado con toda la diligencia debida o que se han mostrado verdaderamente desidiosos en las comunicaciones con su cliente -sin duda, uno de los aspectos más importantes de nuestra profesión y que espero abordar en profundidad en futuros artículos-
2º El coste del abogado: no es ningún secreto que la justicia no es un servicio especialmente barato. En muchos casos, requiere la intervención de varios profesionales, además del abogado y procurador, (peritos, contadores partidores etc) y en todos los casos, si se ejerce bien, requiere una atención personalizada que «consume» muchas horas de teléfono, de visitas, de escritos etc
A pesar de estos costes, en la mayoría de los casos, merece la pena poner el asunto en manos de un profesional que acabe con esta situación de indivisión que, como es lógico, tampoco es «gratis» para el cliente.
Ante esta problemática y fruto de mi experiencia en la materia, he llegado a las siguientes conclusiones:
1º Desde el primer momento, el abogado debe ser claro con el cliente en la exposición de la problemática concreta que le afecta y nunca prometer nada que no pueda cumplir. De esta forma, evitará que el cliente se vuelva en su contra y se considere estafado.
2º La actuación del profesional debe ajustarse a las circunstancias del caso. No obstante, la casuística me ha demostrado que la interposición de la demanda de división de herencia tras un primer contacto y el ofrecimiento de un «acuerdo justo» durante la tramitación del procedimiento, es la mejor forma de poner fin a esta problemática.
El primer contacto se realiza a través de un burofax donde se ofrece la posibilidad de llegar a un acuerdo, al mismo tiempo que se anuncia el ejercicio de acciones legales. En la mayoría de los casos, este burofax resulta infructuoso; los receptores arrastran una larga situación de desidia y se han «acostumbrado» a vivir con la herencia indivisa.
El segundo de los pasos es elaborar una demanda contundente y especialmente completa en los Fundamentos de Derecho y en la Jurisprudencia citada –hoy en día es muy frecuente ver demandas que apenas se refieren a los hechos y que rápidamente evidencian que el autor de las mismas no le ha dedicado el tiempo suficiente– Esta «demanda elaborada», que siempre me he preocupado de realizar, la considero, sin duda, una de las claves de mis éxitos profesionales. Por un lado, intimida a la parte contraria -que pronto se siente en inferioridad de condiciones- y al mismo tiempo da confianza a mis clientes que empiezan a comprobar que han acertado en la elección del profesional.
Si se han cumplido escrupulosamente las anteriores condiciones -confieso que muchas veces no es fácil convencer al cliente, que quiere una demanda «de un día para otro», de que el abogado necesita un tiempo para el estudio exhaustivo del caso particular y de todas sus posibles variables- se crea una «atmósfera favorable para una negociación ventajosa». Este es el momento de «rematar la faena»…